El gusto de mi esposo por el arroz y por los platos con salsa para acompañar este, me llevó a los libros de cocina. Quería buscar recetas de carnes blancas o rojas que tuvieran salsas.  No podía ser tan difícil. Sofreir la carne, mezclarla con muchas verduras, ponerle agua, taparla, esperar a que pitara, abrirla, revolver, mirar, volver a tapar si era necesario y repetir el procedimiento hasta que la carne estuviera lista.

Allí estaba yo. En la cocina de nuestro pequeño apartamento de recién casados, sola, sin teléfono para pedir ayuda, con todos los ingredientes para hacer un buen “Sudado”, mirando de frente a la olla a presión IMUSA, la cual acababa de sacar de su caja nueva. La olla por un lado y la tapa por el otro. Con mi sentido común naciente no tuve problema en poner el empaque y la válvula en la tapa. Todo iba super bien. Se llegó el momento de cerrar la bendita olla. La tapa no cabía en el círculo del recipiente. No cabía de lado, no cabía de frente, no cabía! La circunferencia de la tapa era más grande que la circunferencia de la olla. Como cerraba ese monstruo?

Calma. Respira. Yo he visto que eso funciona. He olido los vapores deliciosos que salen de ella, sé que pita, sé que cierra, sé que hay que sacarle el vapor con ella apagada, antes de abrirla…pero cómo cierra?

Acabe en el piso de la cocina, con la olla llena de verduras, aceite, sal, pimienta y carne, intentando entender su mecanismo. Hasta que lo logré! Se ladea la tapa, se introduce en el agujero de la olla, se endereza, todo encaja y cierra perfecto. Se mira que la válvula esté bien puesta, se cierra y listo. Al fuego!